Cuando veas a una mamá que tiene por primera vez a su bebe en manos, recuerda que alguna vez estuviste en sus zapatos.
Cada vez que la veas desesperada porque su bebe quiere estar pegado a ella todo el día o porque no ha podido dormir en muchas noches, trata de no decirle que ya pasaran esos días y que luego los extrañara.
Recuerda cuanto tu te sentías igual de cansada, tu cuerpo te pedía una pausa para poder seguir adelante y solo querías sentirte comprendida.
Cuando una mamá primeriza decida dar pecho o fórmula, ¡resiste! y no le digas que esta mal dar una cosa o la otra.
Recuerda la presión que pudiste sentir los primeros días con tu bebe al saber que su vida dependía de ti y lo que más te importaba era alimentarlo bien para que creciera sano y ganará el peso necesario.
Cuando veas una mamá primeriza estresada, resiste y no le digas “uh!! Y eso q solo tienes uno, esperate a que seas dos o tres…”
Recuerda esa primera vez que te soltaron a esa única personita en tus brazos, que sentiste toda la responsabilidad del mundo y que a veces las situaciones te superaban…
Cuando veas a una mamá primeriza, que acude inmediatamente al llanto de su bebe, no le digas que lo va a “mal acostumbrar” y que debe dejarlo llorar, mama y bebe se están conociendo y necesitan estar ahí uno por el otro.
Recuerda los llantos de tu primer hijo, y que lo consolaban al instante porque o sabias que podía tener!
Trata de no cuestionar las decisiones de una mamá primeriza, pues su confianza en ella misma como mama aun es muy frágil, se necesita solo de una pequeña sacudida para hacerla dudar de lo que esta haciendo o hasta hacerla sentir culpable; dejala seguir su instinto para que pueda encontrar ella misma su propio camino.
Recuerda el momento en el que estuviste en su lugar y solo necesitabas ser escuchada y sentirte apoyada para saber que lo estabas haciendo bien. Si ves a una mamá primeriza dudar, ¡abrazala! y dile que es la mejor mamá que le pudo tocar a su bebe.
Texto: Rebecca Cornejo para NXdul